lunes, 21 de marzo de 2011

—Hola. Buenos Días.


— (...)
—Puedes al menos dirigirme el saludo, puedes al menos hacer que existo? o es que eres (...)
Y así empieza el día, ¿en que momento el saludo ya no era importante? ¿En que momento nos perdimos en nuestros egoísmos?¿Porque nuestras virtudes lucen tan ínfimas y los errores tan desmesurados? ¿Que hicimos mal?¿Era yo?¿Eras tu? A fin de cuentas ya no lo vale, nada lo vale, no es necesario hacer preguntas... si, lo perdimos y se desvaneció.

Mañana despertaremos y estaremos a miles de kilómetros aún en la misma cama y diciéndote o no los buenos días, algo irá mal y luego yo seré el responsable y luego otro día y otro día. Ese es el tipo de cosas que suceden cuando no sabes lo que haces, pero tiene que terminar, todo tiene que terminar, después de todo la vida no es mas que un montón de finalizaciones. Está será una más.

—Y luego tu te...
—No podemos hacer nada.
—¿De que hablas?
—No funcionará, no funcionó... mejor me marcho.
—Tú...
—Yo no, nosotros. Adiós...

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